Una de las grandes ventajas del buceo es que al sumergirte a las profundidades de una inmersión solo podemos escuchar burbujas. También podemos darnos cuenta de que el silencio del agua nos invade y silencia el ruido en nuestras cabezas. Se reducen nuestras conversaciones mentales y podemos centrarnos en el presente, prestando atención a nuestro buceo, nuestra respiración y al entorno que nos rodea. Los buceadores afirman que se sienten más felices y saludables cuando bucean y muchos dicen que el buceo es su terapia. Una de las razones que explican esto es que estar en el agua altera como hablamos y pensamos.

Es difícil que el sonido viaje entre aire y agua. Por tanto, la superficie crea una barrera que nos permite escapar del ruido externo del mundo diario. No se mantienen conversaciones porque no podemos hablar y no podemos acceder a los medios de comunicación cotidianos. Los signos de buceo y las pizarras nos ayudan a intercambiar información importante, pero las conversaciones verbales menos necesarias son completamente eliminadas. Bajo el agua estamos aislados en un silencio pacífico.

Como buceadores tenemos la oportunidad de dejar los ruidos en la superficie y, quizá, dejar que el océano nos enseñe a pensar de manera diferente, porque el mundo silencioso tranquiliza la mente.

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